Características en las Personas Místicas. Desposorio Místico y Matrimonio Espiritual.


 

Quién es una persona mística.

La primera fuente de los fenómenos místicos -la única y exclusiva de los verdaderos– es el mismo Dios como autor de lo sobrenatural. Estos se desarrollan en tres campos ó varios de ellos a la vez:

  1. El intelectual,
  2. El afectivo,
  3. El orgánico.

El poder Divino no reconoce otros límites que los del mal moral ó del absurdo.

Los místicos de verdad, dice M. deMontmorand ‘, son gente de obra y de acción, no de puro discurso y teoría. Tienen el don de la organizació

 

n y del mando, y se muestran con muy buena disposición para los negocios.

MISTICOS DIOS

 CARACTERÍSTICA COMÚN DE LOS MÍSTICOS

Característica común a los místicos de todas las tradiciones es que son personas que han «visto», han «oído», han «gustado», en una palabra, han entrado, frente a la realidad última: Dios, lo Divino.

El místico es alguien que ha entrado en contacto personal, vivido, con la realidad última a la que todas esas «piezas» del sistema remiten.

El místico se caracteriza, en primer lugar, por vivir personalmente y, en este sentido, experimentar el reconocimiento de esa Presencia de la que viven las religiones.

En este sentido, el místico religioso es alguien que, nacido generalmente en una tradición y un sistema religioso, no se contenta con incorporar las noticias, el conocimiento que sobre el Misterio procuran las creencias, los ritos y las instituciones de su propia religión, sino que rehace personal, experiencialmente, el proceso originario de toma de contacto personal con el Misterio que ha cristalizado en el sistema de mediaciones de la propia
religión.

Es, pues, místico, en todas las tradiciones religiosas, quien en un momento determinado de su vida confiesa:

«Hasta ahora sabía de ti de oídas; ahora te han visto mis ojos» job 42,5);
«Lo que habíamos oído, lo hemos visto» (Sal 48,9).

A eso se refieren los místicos cuando, intentando comunicar lo que han vivido, apelan
a la experiencia de sus destinatarios como condición indispensable para que comprendan: «Quien lo ha visto, comprende», decía Plotino. «Quien no ha experimentado esto, no lo comprenderá bien»!.

Así pues al hablar de experiencia como un rasgo característico del conjunto de los fenómenos místicos me refiero a que en todos ellos estamos ante hechos en los que los sujetos han vivido algo, han intervenido personalmente, o, mejor, les ha ocurrido algo personalmente.

teresa de avita juan de la cruz mistica

Pero

¿en qué ha consistido esa experiencia?,

¿qué la caracteriza como acto o vivencia personal?

Características de una experiencia mística.

Es bien conocida la insistencia de santa Teresa en la experiencia como camino para el conocimiento de Dios; unánimemente se le ha reconocido una maestría asombrosa en la expresión y la relación de sus propias experiencias.

Su maestro de lecturas espirituales Francisco de Osuna, en Tercer Abecedario, había escrito:

«El Maestro de esta sabiduría del corazón [ … ] es sola la experiencia [ … ] los no experimentados entienden las tales cosas si no las leen más expresamente en el de la experiencia».

De él se hace eco la santa cuando escribe a  monjas:

«¡Oh, hijas mías, Dios nuestro Señor a entender o por mejor decir gustar -que de otra manera no se puede entender- qué es del gozo del alma cuando está ansi!,. «Esto es visto por experiencia~que es otro negocio que sólo pensarlo y creerlo». 

Por eso su obra esta plagada de referencias a su experiencia espiritual, como apoyo para sus afirmaciones, para sus consejos y, fundamentalmente, para la verdad de lo que dice:

«Esto entiendo yo y he visto por experiencia»;

«de lo que yo tengo experiencia puedo decir»;

Más generalmente, sus afirmaciones van con suma frecuencia precedidas de la confesión:

«Esto tengo yo por experiencia»;

«no diré cosa que no haya experimentado mucho,

Esta experiencia es para ella

«un conocimiento directo, sabroso, en que se llega a saber algo, no por noticia objetiva, sino por haberlo vivido o padecido en el propio ser».

La naturaleza del conocimiento, distinto del abstracto por representaciones y nociones, y de la creencia, está perfectamente formulado por Santa Teresa, cuando, refiriéndose a la conciencia que ha tenido de la presencia del Señor, sin representación ni apoyo perceptivo, conciencia que la ha llevado a reconocerle «como si le hubiese visto», da como razón…

Resumiendo este primer rasgo, común a todas las formas del, fenómeno místico, para nosotros un místico es alguien que, ha mantenido en algún momento una relación personal vivida que le lleva o le ha llevado a decir:

«Lo he visto con mis propios ojos»; «A partir de ahora y pase lo que pase ya se»;

M. de Certeau resumía lo esencial de esta experiencia en una fórmula sugerente:

«Es místico aquel o aquella que no puede dejar de caminar y que, con la certeza de lo que le falta, sabe de cada lugar y de cada objeto que no es eso; que no es posible fijar ahí la residencia, que no es posible contentarse.

Las obras fundadas por los místicos, ábrense camino y perduran. En el concebir y llevar al cabo sus empresas, dan pruebas de prudencia y de osadía, así como de buen tino al juzgar las probabilidades de feliz éxito : nota característica del sentido común. El sentido común es verdaderamente el resorte suyo principal: sentido común al que no turba ninguna exaltación intempestiva, ningún desorden de la imaginación,y que va junto con la más extraordinaria agudeza de entendimiento”.

¿No vemos en realidad, cuando leemos la Historia de la Iglesia, que la mayoría de los santos que han escrito de cosas del espíritu fueron personas de ciencia y de acción a la par?

Testigos de ello son Clemente de Alejandría, S. Basilio, S. Crisóstomo, S. Ambrosio, S. Agustín, S. Gregorio, S. Anselmo, S. Bernardo, el Beato Alberto el Grande, Santo Tomás, S. Buenaventura, Gersón, Santa Teresa, S. Francisco de Sales, S. Vicente de Paúl, el Cardenal, liérulle, M me Acarie, y otros muchos que sería muy largo enumerar. La contemplación, lejos de ser un impedimento para la acción, la ilumina y dirige.

Desposorio Místico

Unión espiritual, promesa o «matrimonio» entre Dios y un alma que ha purgado sus culpas y pecados. Pero quizás para encontrar un significado mas profundo tendríamos que recurrir a un autor clásico como es Fray José del Espíritu Santo, que dice

«el Desposorio Místico es una íntima comunicación de Dios al alma, perfectamente purificada, disponiéndola de inmediato para el matrimonio místico»

(Cursus, IV, Brujas 1931, 187).

desposorio mistico

En realidad es todo un proceso, mediante el cual la persona se va purgando de aficiones, defectos e imperfecciones (no es que desaparezcan todos, sino que se van integrando y calmando en el interior: «acallando las bestias», dirían los místicos). El alma crece en la oración, busca la intimidad con Dios y fuera de Él ya nada le satisface. Pero es eso, un proceso que puede ser muy largo, siempre dependiendo de la misericordia divina y del dejarse en Dios de la persona. Un detalle, no sólo existe en el cristianismo católico, sino que en las religiones orientales, dadas a practicar la mística existe el concepto y el fenómeno, aunque con otros matices.

PROBLEMA

El desposorio Místico o Espiritual puede tener un problema el cual puede puede consistir en quedarse en la superficie del término por carecer de preparación para ahondar en su contenido.

Pero también los místicos experimentales tropezaban, por camino inverso, con la dificultad de expresar en lenguaje humano el fenómeno. La cuestión del «lenguaje de los místicos» ha atormentado no sólo a los teólogos (atentos a la ortodoxia de las fórmulas doctrinales), sino también a los creadores y usufructuadores de la literatura espiritual.

Los místicos (admitía J. Ortega y Gasset) son formidables artistas de la palabra.

En efecto, en la fragua, siempre encendida, del alma, forjan un lenguaje propio de altísimos quilates.

La metáfora, la expresión feliz, el rodeo alegórico, tienen un valor literario indiscutible. Y, con todo, los místicos se muestran insatisfechos de su expresión, porque la materia que tratan es inefable (y, por tanto, indecible) y lo que dicen, lo dicen con analogías. Pues bien; una es ésta del d. e. S. Teresa la califica de «grosera comparación», pero añade: «yo no hallo otra que más pueda dar a entender lo que pretendo» (Moradas, V,4,3). En realidad, el origen de este lenguaje del místico desposorio arranca de la cantera bíblica. El Cantar de los Cantares (v.) será siempre el libro preferido de los místicos, la fuente de su inspiración. El mismo S. Pablo emplea la analogía nupcial hablando del amor de Cristo a la Iglesia (cfr. 1 Cor 7,20; 2 Cor 11,2; Eph 5,23).

La tradición del desposorio místico enraizada en la Biblia pervive a través de la literatura mística cristiana, se encarna en las vidas de los santos, y es tema abordado por los escritores de Teología espiritual. De los tres aspectos se pueden aducir numerosos ejemplos.

En S. Agustín (Enarrationes in Psalmos, 44: PL 36,494-495) encontramos intuitivas resonancias; en S. Bernardo el lenguaje de amor es audaz; Juan de Ruysbroeck (1293-1381; v.) edifica su obra maestra (De ornatu spiritualium nuptiarum, en Oeuvres, III, 2 ed. Bruselas 1928), partiendo del bíblico clamoreo: ¡Ahí está el esposo, salid a su encuentro! (Mt 25,6). El Esposo es Cristo, dice Ruysbroeck, y la esposa, la naturaleza humana, adornada con la gracia y los dones. El influjo de este libro de Ruysbroeck fue inmediato y duradero: Dionisio el Cartujano (m. 1471), Enrique Herp (m. 1477), etc.
      
Siendo el Desposorio místico una de las fases postreras del proceso de unión con Dios (la vida mística es producto del amor teologal, es decir, desarrollo en plenitud de la caridad), resulta lógico que S. Juan de la Cruz (v.), que ha convertido en eje de su sistema la «unión de amor», aborde el tema en el comentario a las estrofas del Cántico Espiritual. La base la puso en la Subida; toques últimos da en Llama de amor viva. Pero donde trata ex profeso la cuestión es en el Cántico, tan acorde al motivo del Cantar de los Cantares, tan personal en la fuerza lírica y en el esquema ideológico.

Lo que nos interesa ahora, sin embargo, no es el valor poético, sino la profundidad descriptiva; es decir, ver cómo S. Juan encuadra y analiza el d. e. en el marco de la psicología sobrenatural. El d. es una etapa del itinerario del alma. Etapa de subida, de montaña, de sol y fuego. Es una fase de un proceso fenomenológico de «transformación en el Amado». Los sanjuanistas sugieren ante el problema de la doble redacción del Cántico, que la segunda es un esfuerzo de adaptación doctrinal de la redacción primera, en la que al fluir poético no se impone más ley que la espontaneidad.

El esquema, pues, del Cántico, encajándose en el esquema-base de la vida espiritual, ofrece tres etapas sucesivas:

1) búsqueda del Amado, cuando el alma tiene «el corazón bien enamorado»,

2) «Vacío, hambriento, solo, llagado, doliente de amor» (Cántico, 9,6); 2) encuentro, o sea, el desposorio; y

3) El matrimonio.

Un fondo común se adivina en este esquema cuando se compara con el esquema de las Noches o de la Llama. Las tres fases se hallan esencialmente en los otros libros, si bien el Cántico, por su misma índole, analiza con más morosidad la segunda y la tercera. Correspondencia, pues, de las «noches» con los esquemas tradicionales de las vías o de los estados: purgativa, iluminativa, unitiva; incipientes, proficientes, perfectos (v. VÍAS DE LA VIDA INTERIOR). Y correlatividad u homogeneidad entre noche pasiva del espíritu y d. e. La meta de las noches es un «alto estado de amor y unión de amor, en que, después de mucho ejercicio espiritual, suele Dios poner al alma, al cual llaman desposorio espiritual con el Verbo Hijo de Dios» (Cántico, 14-15,2). El d. e. es, por tanto, el fin de la noche pasiva del espíritu (v. PURIFICACIÓN III), el último instante de la vida iluminativa (v.).

El desposorio espiritual se realiza con un ritual solemne:

«Sí de amor», «entero y verdadero» (Cántico, 20-21,2); «sí de gracia». La esencia, con todo, del acto, está marcada por un carácter de fugacidad. La visita es rápida; el alma, al salir del éxtasis (v.), se halla en un clima espiritual nuevo, prometida, visitada, con «un conocimiento de Dios nuevo» (Cántico, 14-15,23), mas también en un estado de espera, de amor impaciente, de ausencia (v. ARIDEZ ESPIRITUAL). Un texto de S. Juan de la Cruz, en que alude de pasada a la situación mística del d., sintetiza y reduce la estructura a sus líneas esenciales:

«Viene bien notar la diferencia que hay entre tener a Dios por gracia en sí solamente, y tenerle también por unión, que lo uno es bien quererse, y lo otro es también comunicarse, que es tanta la diferencia como la que hay entre el desposorio y el matrimonio;

DIFERENCIA ENTRE EL DESPOSORIO Y EL MATRIMONIO

El desposorio sólo hay un igualado sí y una sola voluntad de ambas partes y joyas y ornato de desposada, que se las da graciosamente el desposado;

mas en el matrimonio hay también comunicación de las personas y unión» (Llama, 3,24).

En esta situación de espera, el alma recibe «otras disposiciones positivas de Dios, de sus visitas y dones, en que la va más purificando y hermoseando» para «tan alta unión». Para el matrimonio.
   

MATRIMONIO ESPIRITUAL

El último grado de oración es lo que algunos místicos han llamado de ‘matrimonio espiritual’, ‘unión transformativa’, ‘deificación del alma’, ‘unión consumada’ o expresiones análogas.

¿porqué se le llama  «matrimonio espiritual«?

esto es porque así como en los buenos esposos hay una mutua entrega y son dos una sola carne, el alma en desposorio místico con Dios tiene una perfecta comunicación de bienes con él.

matrimonio espiritual

Características de ese estado:

El alma tiene conciencia de que en sus actos sobrenaturales de inteligencia, de amor, de voluntad, participa de la vida divina, de los actos análogos que están en Dios. Esto es lo esencial del matrimonio espiritual«, según explica el P. Poulain. (1) Sabemos por doctrina cristiana que el alma bautizada y en gracia tiene en sí todo el «mecanismo» sobrenatural, es decir virtudes infusas, dones del Espíritu Santo y Presencia trinitaria, y que este mecanismo efectivamente actúa, se movimenta. Pero cuando un alma se encuentra en el estado de Matrimonio Espiritual «se tiene conciencia de la comunicación de la vida divina. Dios ya no es solamente -como en los grados precedentes- el objeto de nuestras operaciones sobrenaturales de inteligencia y voluntad, sino que se muestra como co-principio de nuestras operaciones, la ayuda de que nos servimos para producirlas. Nuestros actos nos parecen, en cierto modo, divinos; nuestras facultades son ramas en las que sentimos circular la savia divina. Se cree sentir en sí mismo a Dios viviendo por los dos. Se vive en Él, de Él, por Él. Ninguna criatura puede manifestarse a nosotros de esta manera».

Es decir el alma en estado de «matrimonio espiritual» vive totalmente en Dios y sus operaciones son conjuntas, humano-divinas, y además tiene conciencia de ello, lo siente. «En realidad, el alma en simple posesión del estado de gracia ya es, de alguna manera, esposa verdadera de Dios. Pero solamente en las grandes alturas de la unión transformativa adquiere la conciencia experimental permanente de que efectivamente lo es».

¿Cómo se llega al «matrimonio espiritual» o «unión transformante»?

Según san Juan de la Cruz.

«Porque el fuego material, en aplicándole al madero, lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene. Luego le va poniendo negro, oscuro y feo y aún de mal olor; y yéndole secando poco a poco, le va sacando a la luz y echando fuera todos los accidentes feos y oscuros que tiene contrarios al fuego. Y, finalmente, comenzándole a inflamar por de fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle hermoso como el mismo fuego. En el cual término, ya de parte del madero ninguna pasión hay ni acción propia, salvo la gravedad y cantidad, más espesa que la del fuego, porque las propiedades del fuego y acciones tiene en sí; porque está seco, y seca, está caliente, y calienta; está claro, y esclarece; está ligero mucho más que antes, obrando el fuego en él estas propiedades y efectos».

Lo luminoso de la metáfora de arriba es, entre otras cosas, que nos indica un plan de acción para llegar al objetivo:

Hay que acercarse al fuego si queremos ser fuego. Y ese Fuego es Dios. No existe por tanto una buena transformación propia que se de en el alejamiento de Dios.

Acercarse al fuego es conocer a Dios y amar a Dios, usando también todos los recursos que la Iglesia ofrece, como liturgia, sacramentos, hasta que el fuego de Dios tome cuenta del alma.

 

Algunos ejemplos de santos MÍSTICOS:

Santa Rosa de Lima, virgen dominica (1586-1617). 23 y 30 de agosto.

El desposorio místico entre ella y Cristo ocurrió el Domingo de Ramos del año 1617 en el interior de la capilla del Rosario de Lima. Mientras oraba delante de la imagen de Ntra. Sra. Del Rosario sintió que la imagen del Niño Jesús le decía: «Rosa de Mi Corazón, yo te quiero por Esposa«, a lo que ella respondió: «Aquí tienes Señor a tu humilde esclava. Tuya soy y Tuya seré«. Ocurrido esto mandó a su hermano Hernando a confeccionarle un anillo y que grabase en él las palabras que le pronunció el niño Jesús. El anillo le fue impuesto el Domingo de Resurrección del mismo año por un religioso dominico.

Santa Catalina de Siena, virgen dominica (1347-1380). 1 y 29 de abril.

A los 20 años, tiene una visión de Jesucristo, que le dice: «Ya que por amor a Mi has renunciado a todos los gozos terrenales y deseas gozarte solo en Mi, he resuelto solemnemente celebrar Mi esposorio contigo y tomarte como mi esposa en la fe«. Apareció la Madre de Dios, San Juan Evangelista, San Pedro, San Pablo, el rey San David tocando el arpa (!). María toma la mano de Catalina y la pone sobre la del Niño Jesús, que le dice: «Yo, tu creador y Salvador, te acepto como esposa y te concedo una fe firme que nunca fallará. Nada temas. Te he puesto el escudo de la fe y prevalecerás sobre todos tus enemigos«. Mientras, le pone un anillo de oro con un diamante y cuatro perlas. Al acabar la visión la santa vio en su dedo la alianza y desde ese momento hasta el día de su muerte no cesó de verlo (solo lo veía ella).

Santa Teresa de Jesús, virgen carmelita (1515-1582). 15 de octubre y 26 de agosto.

La unión mística entre la santa y Jesucristo tiene lugar al acabar de comulgar de las manos de San Juan de la Cruz; se le apareció Cristo y le dijo: «¿Ves este clavo?, significa que a partir de ahora estamos desposados«, mientras hundía en su palma un clavo, produciéndole un dulce dolor. En este caso, la alianza es un clavo y no un anillo, ya que dicho resposorio unía a la Santa con Cristo por medio del sufrimiento.

Más que visiones extraordinarias, de tipo sospechosamente barrocas en cuanto al recargamiento de detalles, personajes y efectos, la mejor descripción del fenómeno (que es interior) la da Santa Teresa:

«lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente: aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual, aunque más delicada que las dichas, como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis»«.

Continúa diciendo sobre esta unión de Dios y el alma:

«Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual«. (Las Moradas: Mor. 7, capítulo 2, núm 2,3)

San Hermann José Steinfeld, canónigo premonstratense (1150-1241).  21 de mayo. (en la imagen)

Este es un caso distinto, porque aquí el desposorio es con María, llegando al extremo de añadir a su nombre, el nombre de José, en plena consonancia con el esposo de la Madre de Dios. Es un caso raro, se aparta de la doctrina tradicional sobre el desposorio místico, que es unión con Dios, creador y redentor, y nunca con otra criatura que, por excelsa que sea, no es Dios. Pero bueno, ya se sabe, los místicos viven, los teólogos complican.

Vistos estos ejemplos (pecando de omitir al gran San Juan de la Cruz) y entendido más o menos lo que es el desposorio místico, hay que decir que lo de Santa Catalina de Alejandría, así como de Santa Inés, son invenciones tardías y medievales, y sólo se basan en alegorías (en el caso de Inés, lo de «esposa del cordero» le viene como anillo al dedo, nunca mejor dicho). Las primeras «passio» de ambas santas no recogen este hecho (si no forman parte de la espiritualidad de la época de escritura, mucho menos de la época en la que vivieron las santas), ni siquiera lo hacen las leyendas tardías, como las de La Vorágine. La iconografía de ambas santas, sobre todo la renacentista (amante de los conjuntos de personajes, haciendo gala de anacronismos) y la barroca (amante de los raptos, las visiones y las representaciones gloriosas), recogen este momento tan místico como irreal en sus vidas. Y sobre los de Catalina específicamente.

Crítica. Se ha criticado en general, como lo hace J. Leuba, el simbolismo erótico de los místicos. La escuela de Freud (v.) y los psicoanalistas irán aún más lejos, explicándolo todo por la hipótesis de las frustraciones o compensaciones sexuales. En concreto, J. Baruzi, entusiasta del símbolo «noche», enjuicia peyorativamente como un «pseudo-simbolismo» el Desposorio o el Matrimonio. Las críticas son tan superficiales que resbalan por la superficie; tan miopes, que no ven, bajo la superficie alegórica, la honda, dinámica y sobrenaturalizante realidad de la gracia y de la caridad. Sólo a la luz de la fe se comprende el misterio de la «deificación» del hombre.

fuentes:

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